manchan sus alas albinas,
un pedazo de tierra podrida
y a soñar que regresa al sol.
Suele su aliento a miseria,
saben sus labios a ruina,
late en su boca la muerte...
De comer algodones con agua
a beberse suicidios en vidrio,
de volar entre azules y mirlos
a arrastrase sintiendo el mordisco
que ratas ansiosas le dan
en su carne buscando alimento.
Nadie gana a la muerte
partidas de póker jugadas
con ciertas cartas marcadas.
El capricho de dioses
de traje y escaño,
de urna y de ojos
cerrados al pueblo
obró el milagro:
ángel blanco
lleno de polvo
clavado en la tierra
yerto,
frío,
quieto,
roto;
muerto.
El Sietemesino
Foto: Cultura Inquieta
Angelito...
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Muy buen poema.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.