Conozco muy bien tu mirada atlántica
ondeando brillante y honesta
en el país de la lluvia temprana.
Conozco muy bien ese arcón crepitante celeste
que esconde en su fondo,
a la raíz del recuerdo adherida,
y un cinexín con la peli
de Blancanieves.
Conozco bastante el orgullo que flota
bajo tus cejas ingrávidas, leves,
por pararle un penalty al Carlitos,
por amar el verso y el cine,
por sacar del barro el loto.
Conozco la austera alegría que no volverá
de rodillas peladas,
bollycaos a las once,
piñatas y cenas
y un campo de fútbol pagado
por el tipo de al lado del bar
donde, con cinco durillos,
echabas una partida a la máquina
sorbiendo un flash de naranja comprado
al Clemente o al Rogelio por cinco pesetas.
Conozco, Conozco...
Que lo otro: crecer a porrazo injusto,
preparar la maleta sin tiempo
y empezar a aprender a olvidar
también se percibe en el fuego latente que arde
entre las hebras de cobre
de tus cabellos,
pero es lo de menos
porque te conozco,
porque nos conocemos.
Por eso ahora te pido
perdones la osadía de hacerte unos versos,
poetisa,
mas el vago dolor de nostalgia
me arrastro al azul de tus ojos.
Texto: David Revert
Imagen: Lèopold Baiwir
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