lunes, 5 de septiembre de 2011

Suerte "anónima"

Entró al casino luciendo una gorra oscura, gafas de sol y barba de diez días
Se sentó a la mesa, pidió cartas y esperó. Penosas las manos iniciales; para el olvido. Eso fue todo
durante la primera hora y media. La cosa, no obstante, empezó a pintar bien a medida que avanzaba la pelea. Tríos, dobles parejas y hasta un full asomaban la cabeza. -Cuando la habilidad se complementa con la suerte los rivales aprietan los labios, sudan y comienzan a ponerse tan nerviosos que sus culos se mueven cien veces por minuto de la silla-, pensó.
Realmente era como estar dentro de La Música del Azar, como estar sentado junto a Jack Pozzi antes de ser traicionado por Diosa Fortuna. Y es que a diferencia del personaje de la novela de Auster, el enigmático jugador no se desgastaba, no se dejaba vencer por el paso de los minutos y mucho menos por el tedio que supone esperar la contestación de los mediocres.
Al cabo de tres horas, sin embargo, la suerte y su propia astucia habían rebajado...
...el número de contrincantes de doce a cinco y multiplicado su capital inicial por tres. Se sentía muy bien detrás del montón de fichas rojas y amarillas. Lo suficientemente bien como para seguir confiando en su intuición durante las siguientes ocho manos. Manos de las que solo se salvarían tres participantes. 
Los supervivientes eran muy buenos, unos huesos jodidos de roer. Apostaban alto y con la seguridad que proporcionan los ases de picas.
Sí, por supuesto que podía aguantar el tirón de los otros dos, pero "la pela es la pela" y después de todo decidió entrar a la partida por placer. -No voy-, y soltó los naipes mientras se incorporaba del asiento.
-Ha jugado usted muy bien. Se lleva una cantidad nada despreciable, señor-, admiró el croupier. Él replicó con una sonrisa maliciosa, pues sabía que también había consiguido su segundo propósito: pasar
desapercibido.
-Un tipo con suerte este Don Nadie-.
-Sí, espero que por lo menos le llegue para comprarse una maquinilla de afeitar-.
-Jajajajaja..., desde luego, porque esa puta de la suerte difícilmente volverá acomplacer de tal modo a semejante matachinos-, cometaron los dos finalistas.
Curiosamente, una semana más tarde el ganador de aquella partida cantaría a voz en grito el gol que el dorsal número tres del Barça le marcaba al Madrid. El mismo que siete días antes estuvo sentado frente a él en el Casino de Barcelona.
-Joder, joder... Este Piqué tiene clase, juega en el mejor equipo del mundo y parece un tío cojonudo. Daría lo que fuera por tomarme unas cañas y echar un póker con él-, se confesó a sí mismo.

El Sietemesino
Imagen (Google) 

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