Algo recuerdo cuando entro en tu carne
ecos de antaño meciéndome el alma,
dulce canción que me inunda de gozo:
hálito, senda, sustento, caricia.
Algo recuerdo al bañarme en tu espuma
dentro del centro amoroso que vibra
entre sudores de pieles amantes.
Algo recuerdo al beber de tu fuente,
algo difuso, divino, eterno,
vuelo sin alas y muerte sin sangre,
sólo el incienso humeante: la nada…
rebosando suspiros,
derramando susurros,
desbordando sosiego;
el vacío colmado
de nada…
de la nada del todo.
Algo recuerdo al oír tus latidos,
huellas marcando el regreso a casa,
ritmo del rastro, compases sanguíneos:
puerto en el que mi razón ya naufraga.
Algo recuerdo al sentir tu cadencia
honda y vibrante oliendo a colores
nunca soñados por sueños corrientes
de esos que sueñan tan sólo las sombras.
Algo recuerdo al mirar tu esencia,
algo antiguo, extraño, secreto,
sol que no quema y luz que no ciega,
sólo la noche apacible: el silencio…
rebosando humedades,
derramando caricias,
desbordando sonrisas;
el mutismo colmado
de silencio…
del silencio sonoro.
Algo recuerdo en tu amparo dichoso,
vuelta al origen que gira y gira,
brisa ancestral que regala certezas:
todo es nuevo a la luz de tu brillo.
Algo recuerdo al hundirme en tu vientre
sube y baja la cumbre fecunda
mientras transcurre el instante infinito
dando sabores perdidos de años.
Algo recuerdo al perderme en tu abismo,
algo rotundo, inefable, sublime,
besos que avivan y amor que no muere,
sólo el cuarto lioso: la calma…
rebosando promesas,
derramando secretos,
desbordando “te quieros”;
la quietud bien colmada
de calma…
de la calma amorosa.
El Sietemesino
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