-Por supuesto. Me encantan-, contestó él esbozando una amplia sonrisa de complacencia.
-¡No puedo creerlo! Y dime, por favor ¿qué es lo que más te atrae de ellos: verlos crecer, sus travesuras, el olor a pureza que despiden, la di vina fragilidad que los envuelve? Dime, por favor... ¡Dios, creo que somos almas gemelas!-.
Entonces el hombre, tras dar un breve sorbo a su copa de vino, miró con ternura a su interlocutora, asió delicadamente su mano y le susurró:
-Me fascinan muchas cosas de ellos pero sobre todo lo que más me gusta es el profundo silencio que dejan tras de sí, cuando sus madres los recogen y se los llevan a tomar por culo del colegio-.
El Sietemesino
Imagen (Google)
Gracias por esa sonrisa para compensar.
ResponderEliminar¡Qué animal, pero qué sincero! Lo cierto es que en muchas ocasiones acabas un poco harto de ellos, y es cuando debes de recordar que tú también fuiste niño.
ResponderEliminarYo he de admitir que en la actualidad me siguen gustando mucho los niños..., pero de los demás. No quiero más responsabilidades.
Saludos y un abrazo.
Pozi, los niños que los aguanten sus padres. :P
ResponderEliminarQue bonicos los niños... cuando están dormidos...
ResponderEliminar¿Y a los niños? ¿les gustamos los mayores?
ResponderEliminarJaja, tanta paz lleves como descanso dejas (o algo así, se dice). Reconozco que yo también soy un poco conserje.
ResponderEliminar