Anteayer, igual que todos los sábados, estuve trabajando en la cocina de un céntrico restaurante y, como quiera que el cielo amenazaba lluvia, el número de clientes fue menos elevado de lo habitual. Esta circunstancia me permitió,
afortunadamente, salir antes de lo previsto. A las ocho cuarenta y cinco de la tarde, pues, ya me encaminaba a casa siguiendo el itinerario de los últimos días. Ruta por la que vi a siete u ocho coches policiales (entre Nacionales y Locales) circulando a bastante velocidad y con las sirenas activadas, en un tramo que comprendía poco más de doscientos metros. Sin embargo, continué mi trayecto sin prestar mayor importancia a lo sucedido, hasta que caí en la cuenta de que la calle por la que pasaba en ese preciso momento era la tercera en la que el tráfico estaba dirigido por miembros de la autoridad.
-Pasa algo gordo-, escuché comentar a un hombre mientras
esperábamos a que el agente diera la orden de cruzar; empezaba a inquietarme sugestionado, quizás, por las palabras que acaba de oír y, sin duda, por la mayor presencia de efectivos que me topaba a medida que avanzaba por una de las avenidas principales de la ciudad.
-¿Qué puede estar pasando?-, se preguntaba la gente...
...entre acústicas de ambulancias y unidades policiales.
-Un accidente-, pensé sin estar seguro de ello. Sobre todo porque semejante tensión y medidas de seguridad respondían a otra causa.
A la altura del número diecinueve de esa misma avenida, un enorme grupo de personas se apiñaba gritando, asombrada, sollozante en torno a la puerta de una joyería y ante el "hagan el favor de retirarse, aquí no hay nada que ver", del madero de turno. No obstante, a pesar de la cantidad de coches, ambulancias y curiosos que franqueaban el establecimiento, pude ver a dos enfermeros del S.A.M.U. sosteniendo una camilla cubierta por una ensangrentada sábana blanca de la que sobresalían dos pies inmóviles.
-Un robo. Hará cosa de media entraron tres tipos con recortadas a la joyería. Se han liado a tiros con los policías. Quince o veinte disparos. ¿Ves aquel agujero en el escaparte de enfrente?, un balazo.
Idéntico al que se ha llevado en el ojo el muerto de la camilla-, me aclaró en un marcado acento francés el extraño individuo (sus formas tenían algo que me hacían desconfiar) junto al que observaba lo sucedido desde la acera paralela.
.No, no puede ser; bobadas- dije para mí, cuando al día siguiente leí que uno de los asaltantes de la banda organizada francesa que anoche intentó dar el palo a la joyería, se había dado a la fuga y estaba siendo buscado a lo largo y ancho de toda la comunidad.
El Sietemesino
Imagen (Google)
Je, je, menuda duda se te ha quedado ...
ResponderEliminarY tomaron por el asaltante a un herido y lo putearon en el propio hospital... Mientras el ladrón ponía tierra de por medio.
ResponderEliminar"hagan el favor de retirarse, aquí no hay nada que ver", -Si el muy imbécil se diese la vuelta se quedaría flipado, ¿verdad? jejeje
joder sietmesino!!!! se ha de ser gafe para toparte con el personaje de acento afrancesado.... uno de ellos, y delante de tus narices... se me hubiera puesto la gallina de piel!!!! Un beso guapisimo!.
ResponderEliminarPero Canijo... no me digas que pudiste estar "confraternizando" con un atracador.
ResponderEliminarEso ya te da otro nivel en mi escala, ¿eh? xD
Ta ta. Z